Perdió su salario... pero recuperó su suerte

Aún recuerdo mi primer triunfo: no fue el pago grande, sino el silencio a las 3 a.m., cuando la pantalla parpadeó en su última vuelta. Crecí en el terraza de esta ciudad, donde mi mamá bailaba al ritmo afro-latino bajo luces neón. No teníamos dinero—pero teníamos ritmo. Por eso dejé de perseguir victorias. Esta plataforma no está trucada: es justa, como el amanecer en un templo. Cada mano es sagrada: no apuestas para ganar—apuestas para sentirte vivo.